Cigarras y hormigas
Otra versión de la fábula de Esopo no. 373
El trabajo de Penélope
Penélope era una cigarra a la que le gustaba cantar, como a la mayoría de cigarras. Pero Penélope sabía que cantar no era la mejor manera de ganarse la vida, y menos con tantas otras cigarras cantantes en el mundo. A estas horas las cigarras ya sabían que para triunfar en la vida lo mejor era seguir a las hormigas. Eso lo aprendían ya de bien pequeñas en el colegio, a través de fábulas. Aunque de vez en cuando en las fábulas apareciera dibujado un saltamontes, las cigarras sabían que la fábula se refería a ellas. En efecto, las hormigas habían ahorrado un montón de dinero durante muchos inviernos y ahora eran dueñas de la mayoría de negocios en todas las ciudades. Había muy buenas arquitectos entre las hormigas y Penelópe las envidiaba. La envidia no era tan fruto de su riqueza como de la capacidad de crear esas maravillosas construcciones. Penélope disfrutaba visitando edificios chulos y apartamentos modernos. Así que fue algo natural que Penélope buscara trabajo en una inmobiliaria. Y se alegró mucho cuando consiguió el trabajo. La jefa de Penélope era otra cigarra. Muy escandalosa, por cierto. Ese es el problema con las cigarras: cuando no cantan, gritan. Su jefa parecía estar enfadada todo el tiempo. Penélope pensaba que su jefa simplemente se impacientaba porque Penélope era todavía nueva y hacía las cosas lenta, pero que una vez se habituara al trabajo, la situación mejoraría. Además, le encantaba el ir a visitar apartamentos con sus clientes, así que no era todo tan malo. De vez en cuando describía los apartamentos con una breve melodía y a los clientes les encantaba, incluso reían y aplaudían. Verles contentos hacía feliz a Penélope.El hobby de Penélope
Pasaron los años y la situación de Penélope en su trabajo no hizo más que empeorar. Su jefa cada vez estaba de peor humor y gritaba más. Y sus otras compañeras cigarras tampoco es que estuvieran de mejor humor. Todavía disfrutaba visitando los apartamentos que creaban las hormigas, pero lamentaba no poder dedicarse a crear cosas ella también. Pero la única cosa creativa que sabía hacer era escribir canciones y cantar. Así que Penélope empezó a componer canciones por la noche. Se iba de vez en cuando ella sola a una sala de karaoke, donde podía cantar sin molestar a sus vecinos, y se grababa a sí misma cantando sus canciones. Empezó a subir varias de sus canciones a Internet y algunas cigarras, e incluso hormigas, le dejaban comentarios positivos. Empezó a sentir que su vida iba a mejor. Pero por las mañanas tenía que volver al trabajo y verse con las cigarras que hacían cara de pocos amigos. Empezó a tararear algunas de sus canciones en la oficina y sus compañeras la acabaron reportando por distraerlas de su trabajo. Pero por lo menos tenía la ilusión de volver a casa por la noche y seguir con sus canciones, así que no perdía su buen humor. Sin embargo, este ciclo diario empezó a afectar su salud al cabo de unos meses. Cada vez pasaba más horas volcada en su hobby y dormía menos. Aparte de perder peso, le costaba concentrarse en el trabajo. Su jefa la reñía cada vez más a menudo y tenía que hacer más horas extra para compensar los errores que cometía durante la jornada. Y a causa de las horas extra, cada vez se iba a dormir más tarde, porque todavía le dedicaba mucho tiempo a escribir canciones y cantar. Penélope se desmayó un día y acabó ingresada en un hospital.La vocación de Penélope
El trabajo de las hormigas era la forma más decente de ganarse la vida. Los padres de Penélope tenían eso claro. Pero también habían visto con sus propios ojos lo que ese trabajo había hecho con su hija. Así que cuando Penélope les dijo a sus padres que quería dejar su trabajo y hacerse cantante no pusieron ningún impedimento. Con la tranquilidad de tener el beneplácito de sus padres, Penélope dejó su trabajo y se apuntó a una escuela de cante y solfeo. La escuela estaba llena de cigarras mucho más jóvenes que ella, con voces increíbles. Todas eran muy simpáticas, así que pronto se olvidó de su trabajo en la inmobiliaria. La escuela no era muy cara porque estaba subvencionada por hormigas a las que les gustaba la música. Las hormigas no eran buenas cantantes, pero algunas de ellas tenían mucho tiempo libre y disfrutaban con diversas actividades culturales, entre ellas, acudir a conciertos. Los patrocinadores venían a la escuela de vez en cuando y hablaban con los estudiantes. No parecían entender mucho de música, pero la amaban de todos modos y eran muy simpáticos. Todo haría pensar que ese ambiente sería perfecto para Penélope, pero aún así se empezó a sentir mal de nuevo. Practicaba mucho y no dormía bien. Sentía que era demasiado mayor y que no podría competir con las cigarras más jóvenes. Todas ellas tenían mucho talento y no había oportunidades suficientes para todas para convertirse en cantantes profesionales. Algunas hormigas pagaban para ver conciertos, pero la mayoría de ellas estaban ocupadas construyendo cosas. Y en lo que respecta a las cigarras, nunca pagarían para escuchar a otras cigarras. Aún con todo, después de un par de años de duro trabajo, Penélope consiguió graduarse. Pero no consiguió encontrar un trabajo de cantante, tal y como había temido. Sus padres todavía la apoyaban, pero empezaron a sugerirle que quizá debería volver a su trabajo como agente inmobiliario. Y puede que tuvieran razón. Era un trabajo bien pagado y, de cualquier modo, siempre podría continuar cantando durante su tiempo libre, pensó. Si se esforzaba lo suficiente, puede que alguna hormiga importante descubriera su talento como cantante algún día.Los escritos de Penélope
Penélope no era ni una cigarra ni un saltamontes. Penélope era una mujer con demasiadas aficiones. Y puede que no fuera buena en ninguna de ellas. Pero igualmente decidió ponerse a escribir su propia versión de “La cigarra y la hormiga”, una de las fábulas de Esopo. Seguramente habría ya cientos de versiones distintas de la misma, así que la suya no sería nada del otro mundo. Pero era una manera de distraer su mente. Penélope hacía otras cosas durante su tiempo libre, como dibujar o tocar algún instrumento. Podía estar concentrada durante horas en algo, y el resultado no le disgustaba. Pero no consideraba que sus creaciones pudieran valer nada. Había demasiada gente con talento en el mundo, y ella no se veía capaz de llegar a tal nivel. Penélope también tenía un trabajo normal, así que no le podía dedicar tanto tiempo a sus aficiones como querría. Durante el día ella era una hormiga más, trabajando junto a otras hormigas. Y le gustaba. La única cosa era que también necesitaba ser una cigarra de vez en cuando. Pero Penélope no era la única que quería ser una cigarra. Había muchas otras como Penélope y que incluso decidían ofrecer gratis sus creaciones. Incluso las hormigas no lograban entender qué es lo que estaba ocurriendo en el mundo de las cigarras. De nuevo en su oficina, con su sombrero de hormiga, Penélope divagaba a veces pensando si había elegido el barco correcto. La vida está llena de decisiones que tomar, y es difícil saber cual de ellas te ayudará a sobrevivir durante más inviernos. Lo que más disfrutaba de su tiempo como cigarra era precisamente el olvidarse de esas cosas, disfrutar el momento creativo y hacer lo que le viniera en gana. Encendió el ordenador y encontró unas cosas que su cigarra interior había escrito la noche anterior. Era un mensaje para su hormiga interior: “No es culpa tuya”.Tweet Más historias: Relatos